Los nutrientes que contienen nuestros alimentos están formados por polímeros complejos, y es por esto que no pueden absorberse con facilidad, se necesitan de ciertas enzimas que produce el sistema digestivo, a través de las secreciones y los jugos intestinales.
Las enzimas digestivas se encargan de dividir las moléculas en moléculas más simples, de esta manera podrán ingresar a las células y ser utilizadas. Por otro lado, la producción de estas células es llevada a cabo por las células acinares, las cuales tienen la función de almacenar la proteína y secretarla por el aparato de Golgi.
Las células acinares son polarizadas, y tienen gránulos de cimógeno, que podría decirse que son las formas inactivas de las proenzimas o de las enzimas, que están ahí ‘’guareadas’’ hasta que se puedan utilizar por el estímulo apropiado que las libera gracias a la exocitosis, producida normalmente por hormonas.
Las enzimas que participan en la digestión catalizan las macromoléculas de los alimentos que se pueden absorber, son específicas ya que solo algunas son útiles para nuestro cuerpo, actuando de diferentes formas sobre los tipos de nutriente; por ejemplo tenemos
- Las proteasas: estas son las que se encargan de degradar la proteína.
- Las lipasas: las lipasas se encargan de digerir los lípidos.
- Amilasa: la amilasa se encarga de actuar sobre el almidón de los alimentos que consumimos.
El pH sobre el que actúan estas diferentes enzimas está restringido, por lo que los tubos digestivos tienen que tener un pH óptimo, donde las enzimas puedan trabajar sin verse afecta. Este es el motivo por el cual el cuerpo tiene que encontrarse a una temperatura de 37º, siendo esta la temperatura que necesita el cuerpo para mantenerse en calor; de cualquier otra forma, las enzimas no podrían actuar.